Tu espalda tiene el brillo
de los peces en el agua,
alumbrando sin querer la vergüenza
mal parida,
que se hunde entre las
olas,
dejando al descubierto
tu humanidad sin manchas.
De manera irremediable,
nuestras manos se vuelven
río
que inundan los dominios
de quienes te rasgaron el
pecho
declarándose tus dioses;
extirpa las coronas de tu
cuerpo
y ponen un alud en tu
garganta
que arrastra los malos
cultivos.
Te abrazo cuesta abajo
prometiendo bordar tu
rostro
en azul pacifico;
aquí
en el medio de la nada,
así
con este amor de libertos.
L. Alison Ramos M.