que te aburras de jugar con mi cabeza
para dejarla caer escaleras abajo
regresando a mi cuerpo
como ofrenda despreciada
por el rey de los acertijos.
Vamos a creer
que existe un puente
entre tu alma y la mía
de esperanzas que no tienes
y de verdades que no dices;
que aparenta cruzar nuestros abismos
trayendo tu paz romana;
que nos vuelve normales,
que nos vuelve felices;
que me hace olvidar
que me muevo sobre cadáveres
que sintieron sus cabezas
rodar escaleras abajo;
que te amaron como no lo mereces,
que pusieron tu nombre
en el acento de su cuerpo vacío;
las mismas que aprendieron
a encontrarte de noche
y al descubrirse solas,
corrieron tras sus almas
enganchadas a tu costilla.
L. Alison G. Ramos M.
Puente (romano) de Alcántara |
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